Las
dos gatas que adoptamos con Ariel, sumadas, no llegan a pesar tres kilos. Las
adoptamos hace poco pero se portan mal. Rasguñan y muerden. Hemos llegado a un
punto en que ya no sabemos cómo controlarlas. Por eso pensé en preparar
los rollos de jamón crudo. En principio dos, uno para cada una de las gatas, y
poner adentro pastillas para dormir. Aunque terminé haciendo más que dos, para
darle a los perros también.
Una vez que estaba el plato listo me entró la duda. ¿Qué iba a contestar si me preguntaban por las gatas? Ninguna de las excusas que se me ocurría me parecía válida. Además, no sabía si me iba a animar a levantar sus cuerpitos dormidos y tirarlos a la basura.
Las gatas estaban desesperadas por comer los rollos. Habían sentido el olor. Corrían por la cocina, nos atacaban, a mí y a Ariel. Yo levantaba el plato en el aire. Se nos empezaron a trepar debajo de la ropa. Maullaban a los gritos.
Estas
pastillas para dormir están preparadas para una persona de 70 kilos, le dije a
Ariel, ¿no será demasiado para ellas?
Qué importa, me dijo Ariel, si igual van a morir. A lo mucho se dormirán rápido.
y de paso a los perros... que mala!
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