nuestro guía escuchaba
pasos y autos que iban
por otros senderos. Nuestros oídos
no estaban acostumbrados y sólo
nos dejábamos llevar por lo que él
contaba. Por el ruido del motor
que escuchaba, hasta podía decir
de quién era la camioneta o si
el grupo de pescadores que se
encontraba a 200 metros eran
viejos acampantes. Las piedras
del lecho todo el tiempo
trababan la plomada,
hubiera preferido
que pescar fuera eso
desenredar el anzuelo y escuchar
lo que nuestros oídos no sabían.
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