lunes, 6 de marzo de 2017


En la fiesta de cumpleaños de mi novio
caí desmayada sobre la cama
llena de camperas y regalos
en la que dormía una nena.
Había estado en el patio
hablando
de lo lindo que es ser madre
y de que estar embarazada
es como probar una droga
que te da intensidad
por nueve meses.
Cada tanto entraba al cuarto
la madre de la nena
me acariciaba la frente
y me pedía que la cuidase.
Mi novio
me decía que tratara de sentirme bien
que no podía faltar
al momento en que se cantara el feliz cumpleaños
que me traería un vaso con agua,
yo no tenía fuerza para ir a buscarlo.
¿Por qué no podía faltar?
Imaginaba un verso
“muero en la fiesta de mi novio por no tomar un vasito de agua, adiós”.
Me rozaban papeles de regalo
y las burbujas de una bolsa
que no explotaba.

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