Ariel
se quedó en casa para ayudarme porque el domingo a la mañana iban a venir
a buscar el sillón floreado. No sabíamos quién era el comprador - me
había maltratado por e-mail-. Oímos el timbre a las 9:30 hs. Me
vestí así nomás y bajé. Había dos hombres. Estaban a pie. Ariel
me había dicho que tuviera cuidado porque no sabía qué clase de
personas metía en mi casa y al rato estaba riéndose con ellos. Yo los
traté bien pero no me reí. Cuando vieron el sillón floreado se
sintieron felices, me dieron el dinero y se lo llevaron por la
escalera.
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